Tomás, una verdad, un gran maestro y amigo
El pasado 7 de noviembre falleció Tomás Fernández-Quirós Tuñón, nuestro querido amigo y vicepresidente primero, con 53 años recién cumplidos y tras casi tres de lucha y convivencia con una grave enfermedad.
Nunca había imaginado, y mucho menos previsto, que tendría que realizar una glosa de su trayectoria y de su vida. Ojalá que la tristeza y el dolor por su pérdida, que todos sentimos dentro y fuera de la AEDM, no impidan o menoscaben la debida justicia a su legado.
Ante todo, Tomás era una VERDAD, con mayúsculas. Inspirado y leal con el ejemplo de sus padres, Isidoro y Mercedes, a quienes por nada del mundo podría (y no lo hizo) decepcionar en esas marcadas líneas de su vida: educación, sinceridad, ética, exigencia intelectual, valores, austeridad... A todo sumó su esencia para encarnar el paradigma de la BONDAD, y siempre en el eje de la sensatez. Era un hombre culto e inteligente.
Su humor y el amor por la buena mesa venían de su Gijón natal y —decía a veces— de Asturias, incluyendo así a Oviedo, donde estudió la carrera de Derecho. Solo alguien tan de Gijón como él podría apreciar los matices.
Debatía con argumento y pasión. Su característico gesto al cruzar los brazos, respirar profundamente, mirarte con cierta inclinación de cabeza y pronunciar su expresión “Vamos a ver...” eran un protocolo, despojado de cualquier teatralidad, que te advertía de su inminente, franca, imparable y fundada réplica.
MAESTRO. Pocos como él, con su grado de conocimiento del Derecho —y desde luego de la rama del Derecho marítimo—, han sido capaces de transmitir, de enseñar, de despertar en sus alumnos y compañeros un interés tan genuino y perdurable, algo que le permitió formar con los años su pequeña escuela. Muchos miembros de esta Asociación —a la que amaba de verdad— somos esos agraciados alumnos. Pudiera su vida ser interminable sin agotar lo que pudiéramos aprender de él.
Excelente ABOGADO. Tomás aunaba el conocimiento, el sentido responsable de la defensa de los intereses del cliente y un exquisito trato, siempre muy fiel al marco deontológico, independencia y respeto, que también se ganaba de todos sus compañeros. Su brillante carrera de abogado se inicia en 1990 en el despacho Figaredo & Asociados, integrado en Uría Menéndez en el año 2000, en un círculo profesional virtuoso que de nuevo, por azares del destino, siempre giraba en torno a profundas raíces asturianas.
La AEDM era para Tomás algo prioritario, hasta el punto de que sentía por ella una devoción y responsabilidad especiales. Actor principal hasta hace unos días, fue impulsor de su nuevo dinamismo y de la participación de los asociados más jóvenes, destinatarios siempre de sus propuestas predilectas. Tenemos todos el mandato de proseguir esa labor en la AEDM, y ése es el tributo que sé que él nos exige. De lo contrario, oiremos todos su “Vamos a ver...”.
Quienes componemos la AEDM estamos muy afligidos. Pero los más afectados son su FAMILIA: su esposa Leticia, por quien profesaba un amor verdadero e incondicional, sus hijos Gonzalo, Marta y Mónica, su madre Mercedes y su hermana María. Ellos pierden a un esposo, a un padre e hijo ejemplar, y María, a su hermano mayor, condición que Tomás siempre ejerció.
Desde aquí, desde su amada AEDM, enviamos un abrazo fuerte y todo el cariño a sus familiares, y les decimos que esta casa seguirá siendo la de Tomás y, por tanto, también la de ellos.
Carlos López-Quiroga Teijeiro